25 AÑOS, 25 REFLEXIONES:
LA FORMACIÓN EN LA UNIVERSIDAD

Saber para reparar la historia

Áurea Dias *

Comencé a trabajar en la UNSAM como docente en abril de 2008. Por aquel entonces, empezaba a cursar la primera cohorte de estudiantes de las Tecnicaturas “ferroviarias”, del flamante Instituto Tecnológico Ferroviario Raúl Scalabrini Ortiz (actual Instituto del Transporte). La materia para la que me convocaron y en la que aún sigo dando clases, Estado y Sociedad en Argentina, se cursa en el primer cuatrimestre de las Tecnicaturas.
El grupo de estudiantes estaba integrado mayoritariamente por trabajadores del ferrocarril, que se habían cargado al hombro la tarea de “rescatar y recuperar los ferrocarriles” de su estado de abandono y deterioro. Hablaban de un vaciamiento no solo material sino también de sentido: se había perdido el “espíritu de servicio público”, sobre todo desde los 90’, en que las empresas pasaron a manos privadas.  
Para este grupo de trabajadores-estudiantes (en ese orden), cuya mayoría tenían entre 40 y 60 años y que se autoidentificaban con orgullo como “trabajadores ferroviarios”, la formación universitaria significaba una herramienta fundamental para esa misión “heroica” de salvar a los trenes de la decadencia en que se encontraban. Querían recuperar esa época “dorada” en la que el ferrocarril supo ser la columna vertebral del desarrollo económico del país (desplazado luego por los camiones). Pensaban al ferrocarril como un medio de integración económica, social y cultural, un “servicio público” que se prestaba sin atender la “rentabilidad”, que transportaba “pasajeros” en lugar de “usuarios”, que no pedía encuestas de “satisfacción”.

Estudiar una carrera universitaria era importante para ellos no porque la Universidad les fuera a enseñar cómo hacer su trabajo, que conocían mejor que los docentes. Pero ese “saber de la experiencia” no les resultaba suficiente, porque no era valorado ni reconocido por las empresas, no era un saber legitimado que les permitiera colocarse en una posición de autoridad para opinar cómo debían ser o hacerse las cosas. El paso por la Universidad era visto fundamentalmente (aunque no únicamente, porque no es que pensaran que en la Universidad no aprendían nada nuevo) como un modo de formalizar, sistematizar, poner en valor, legitimar, certificar, y también enriquecer, ese saber fragmentado e invisibilizado y, de esa manera, autorizar su palabra ante el gran desafío de “salvar a los trenes”.

 

* Socióloga (UBA), docente de la materia Estado y Sociedad en Argentina (Instituto del Transporte UNSAM) y coordinadora del Programa Lectura Mundi (UNSAM).