Áurea Dias *
Comencé a trabajar en la UNSAM como docente en abril de 2008. Por aquel entonces, empezaba a cursar la primera cohorte de estudiantes de las Tecnicaturas “ferroviarias”, del flamante Instituto Tecnológico Ferroviario Raúl Scalabrini Ortiz (actual Instituto del Transporte). La materia para la que me convocaron y en la que aún sigo dando clases, Estado y Sociedad en Argentina, se cursa en el primer cuatrimestre de las Tecnicaturas.
El grupo de estudiantes estaba integrado mayoritariamente por trabajadores del ferrocarril, que se habían cargado al hombro la tarea de “rescatar y recuperar los ferrocarriles” de su estado de abandono y deterioro. Hablaban de un vaciamiento no solo material sino también de sentido: se había perdido el “espíritu de servicio público”, sobre todo desde los 90’, en que las empresas pasaron a manos privadas.
Para este grupo de trabajadores-estudiantes (en ese orden), cuya mayoría tenían entre 40 y 60 años y que se autoidentificaban con orgullo como “trabajadores ferroviarios”, la formación universitaria significaba una herramienta fundamental para esa misión “heroica” de salvar a los trenes de la decadencia en que se encontraban. Querían recuperar esa época “dorada” en la que el ferrocarril supo ser la columna vertebral del desarrollo económico del país (desplazado luego por los camiones). Pensaban al ferrocarril como un medio de integración económica, social y cultural, un “servicio público” que se prestaba sin atender la “rentabilidad”, que transportaba “pasajeros” en lugar de “usuarios”, que no pedía encuestas de “satisfacción”.
* Socióloga (UBA), docente de la materia Estado y Sociedad en Argentina (Instituto del Transporte UNSAM) y coordinadora del Programa Lectura Mundi (UNSAM).