25 AÑOS, 25 REFLEXIONES:
LA FORMACIÓN EN LA UNIVERSIDAD

Meditaciones de un dudante

Salvador Gil *

Fui educado en un colegio religioso, pero el estudio de las historias sagradas me arrastraba a la duda y a reflexiones heréticas. Recuerdo el impacto que me causó el relato del libro de Job, en el que Satanás y Yahvéh deciden poner a prueba la fidelidad de Job; un buen hombre, fiel y virtuoso quitándole todo y sometiéndolo a una cruel enfermedad. Como Job se arrodilló y expresó fidelidad, Yahvéh victorioso, le otorgó otra esposa y nuevos hijos… Lo que se suponía una lección de aceptación y lealtad, a mí me generaba la duda de si la crueldad y la arrogancia no eran patrimonio compartido entre ambos: Yahvéh y Satanás; la duda me carcomía.
Al crecer me enamoré de la lucidez de las matemáticas y las ciencias, también me ilusionaba construir un mundo mejor y más justo. Pero sufrí otra desilusión: en mi escuela estos temas se enseñaban dogmáticamente. En lo político, el mundo se dividía en dos mitades. Los que sostenían una ideología y los que sostenían la contraria. Lo único común entre ellos era su fuerte convicción en sus dogmas. Se decía que “la violencia en manos de algunos no era violencia sino justicia…”. El problema era que el bando contario también sostenía lo mismo. Así que nuevamente me quedé a solas con mis tribulaciones.
Al llegar a la universidad, descubrí que la duda no era una señal de debilidad del espíritu, sino la materia prima para iniciar nuevas y excitantes búsquedas. Descartes decía que “para investigar la verdad es preciso dudar, en cuanto sea posible, de todas las cosas”. Quizás por ello, desde entonces, hice de los claustros y laboratorios mi propia casa. Recorrí casi una docena de universidades del país y del mundo, como estudiante y como docente. En ese camino, hace casi 25 años, llegué a la UNSAM.
Recuerdo vívidamente aquellos días en que varios colegas ayudamos a la UNSAM a dar sus primeros pasos por aquel viejo Patio Esquiú. Hoy, joven y vital la universidad nos retribuye acogiéndonos en el hermoso Campus Miguelete. Allí, alguien tuvo la feliz idea de colocar algunos cuadros clásicos. Uno de ellos me hizo recordar mis tribulaciones juveniles y el sosiego que pueden brindar al espíritu estos santuarios laicos: el fresco de Simone Martini, La resurrección del niño, con una acotación de Borges: “la duda es uno de los nombres de la inteligencia”. De algún modo este cuadro me evocaba al dibujo de la boa que se tragaba un elefante en el relato del Principito de Antoine de Saint-Exupéry. Así que me alegró encontrar en la UNSAM un símbolo que a través del arte nos hermana en una característica común, dudar de las apariencias y explorar la realidad sin preconceptos y prejuicios.
En un mundo cuarteado y dividido por religiones e ideologías, tan antagónicas como irreductibles –que ya nos han llevado a grandes guerras y padecimientos–, me pregunto si la duda no constituye un buen antídoto para la soberbia y un buen tónico para la paz y la tolerancia. Como diría Bertrand Russell: “nunca moriría por mis creencias, pues podría estar equivocado”. Ojalá que la UNSAM siga siendo un refugio para quienes dudan.

 

* Dr. en Física de la Universidad de Washington y Lic. en Física de la Universidad de Tucumán. Sus intereses profesionales incluyen la investigación en física experimental, aprendizaje de las ciencias, usos de TICs en la enseñanza de las ciencias y los estudios energéticos. Ha sido investigador del Laboratorio Tandar de la Comisión Nacional de Energía Atómica, de la Universidad de British Columbia y de la Universidad de Washington. Actualmente es profesor de física de la UNSAM y director de la carrera de Ing. en Energía. Su preocupación actual es lograr un futuro sostenible para las nuevas generaciones.