OEM. Observatorio de la Economía Mundial
En un contexto de bajo crecimiento e incertidumbre, la IED ha mostrado un particular dinamismo. En 2015 los flujos mundiales de IED aumentaron 36%, llegando a un monto estimado en 1,73 billones de dólares, su nivel más alto desde 2007. Detrás de estos resultados se encuentra una intensa ola de fusiones y adquisiciones transfronterizas, focalizadas en los países desarrollados (PD), especialmente en los EE.UU. y en la UE: pasaron de 432 mil millones de dólares en 2014 a 721 mil millones en 2015.
En el periodo reciente, los países en desarrollo (PED) fueron progresivamente incrementando su importancia como receptores de IED, llegando a su máximo en 2014 con el 55%; sin embargo, en 2015 los PD volvieron a recibir más de la mitad de las inversiones. Mientras que la IED en los PED creció 5,3% en los PD lo hizo en 90%.
Entre los 10 países que más inversión han recibido se cuentan los tres PED más grandes, dos ciudades-puerto, y cinco PD. En algunos países, como Irlanda y Países Bajos, el importante flujo de inversiones se debe a al atractivo de sus respectivas políticas tributarias.
De los 10 países desde donde se originaron las principales inversiones, hay ocho que son PD, encabezados por los EE.UU., un PED (China) y una ciudad-puerto.
Asia en desarrollo continúa siendo la principal región receptora de IED, superando a la UE y América del Norte. América Latina (AL) registró su peor desempeño desde 2010 y recibió alrededor del 10% del total de la IED.
El análisis por sector muestra que se mantienen las tendencias mundiales de los últimos años: la IED en servicios representó el 64% del total, en la industria el 27% y en recursos naturales el 7%; esta distribución se observa tanto en los PD como en los PED, habiendo dos excepciones: África y AL. En esta última región los servicios representaron el 42%, la industria el 31% y los recursos naturales el 22%, entendible por la riqueza y explotación de las materias primas.
Desde otra óptica, se observa que, tanto en los PD como en los PED, los fondos invertidos se originan por partes iguales en la reinversión de utilidades y en el aporte de nuevo capital, siendo los préstamos una fracción muy menor (no más de 4%).
La tasa de rentabilidad en la última década osciló entre el 6% y 7% del capital invertido. En 2015, bajo a 6%.
La importancia y la participación de las multinacionales siguen en ascenso toda vez que los aumentos de ventas, valor agregado y activos superan a la media mundial. Esta es una tendencia de larga data: entre 1990 y 2014 mientras el PIB mundial creció 228%, el valor agregado por las multinacionales aumentó 636%. Hay alrededor de 100.000 empresas multinacionales con cerca de 900.000 filiales en todo el mundo. La UNCTAD estima que los impuestos pagados por estas empresas en los PED representan el 10% de los ingresos totales de los gobiernos.
La IED en AL durante 2015 fue de 179.100 millones de dólares, 9,1% menos en relación a 2014, año en el que también se había registrado una caída. En relación al tamaño de la economía regional, la IED recibida alcanzó un 3,7% del PIB. Sin embargo hay grandes diferencias entre los países.
La disminución se debe a la reversión del ciclo favorable de las materias primas y la desaceleración económica, en particular la caída de Brasil (la IED se redujo en 23%), a pesar de lo cual sigue siendo el principal receptor. También hubo reducciones en los países con importantes recursos mineros. Después de Brasil, los que recibieron más IED fueron México, Chile, Colombia y Argentina.
Otras características observadas son la reducción del ingreso por fusiones y adquisiciones, el aumento de la salida por utilidades y la disminución de los préstamos entre compañías; los aportes de capital, que representan el 40% del total invertido, tuvieron un leve aumento.
Durante 2015 se produjo una reducción del acervo de IED y de la rentabilidad, que viene disminuyendo desde 2011. La ganancia fue de 5%, la más baja de los últimos 13 años, y fue un comportamiento similar al de las empresas locales. Más del 50% de las ganancias, que fueron de 82.000 millones de dólares, se repatriaron, reinvirtiéndose solo el 42%.
En 2015 el ingreso de IED fue muy importante desde el punto de vista del balance de pagos (179.000 millones de dólares) dado que representó el 70% de las entradas de capital extranjero. La cuenta corriente de la región fue deficitaria en 3,3% explicado por partes prácticamente iguales por el déficit comercial (bienes y servicios) y la remisión de utilidades de las IED, parte de la cual (el 42%) posteriormente se contabiliza como ingreso de capital. El único factor positivo de la cuenta corriente fueron las transferencias de los emigrados.
Distribución sectorial de la IED
En los pocos países que cuentan con registros sobre las IED se redujo el ingreso y la participación destinado al sector de recursos naturales.
Entre 2005 y 2015 la CEPAL estima que las IED en la extracción y procesamiento de recursos naturales disminuyeron de 74% al 13% del total. Dentro de la industria, el más dinámico fue el sector automotor que pasó de 4% a 15% del total. Por su parte, aumentó la importancia de los servicios, que en promedio representó más del 50% de la IED, siendo las telecomunicaciones y energías renovables los sectores donde más aumentaron.
De acuerdo a las estadísticas de los países que informan sobre las IED, se observa que los EE.UU. fueron el mayor inversionista en AL con el 26%. El siguiente fue Países Bajos con el 16%, seguido por España con el 12%. Naturalmente, las cifras globales encubren un alto grado de variaciones regionales. En México, por ejemplo, el 52% corresponde a los EE.UU., mientras que en Brasil el principal inversionista es Países Bajos con el 23%.
Las salidas de IED de los países de AL disminuyeron 15% en relación al año anterior, totalizando 47.300 millones de dólares. Desde 2012 estas inversiones en el exterior se fueron reduciendo. Tres países son responsables del 85% de las inversiones: Chile, Brasil y México, en ese orden.
Las IED pueden impulsar el desarrollo complementando el ahorro nacional mediante nuevos aportes de capital y estimulando las transferencias de tecnología y sistemas de gestión para la modernización productiva. Pero estos efectos no son automáticos y pueden dar lugar a brechas entre las expectativas y los resultados obtenidos.
Según CEPAL, en AL la IED ha sido clave en el patrón productivo y de inserción internacional por su peso en la explotación de los recursos naturales, la actividad manufacturera y los servicios modernos. Su impacto en el avance tecnológico, en la investigación y en la innovación ha sido menor y sus derrames han tenido un alcance limitado en la estructura económica. Sus efectos dependen de las capacidades productivas y tecnológicas, y de las capacidades de los recursos humanos y conocimientos de cada país, así como de los marcos regulatorios sectoriales, en particular en los servicios públicos.
La adopción de estrategias que combinen la atracción de IED con políticas que impulsen la modernización y diversificación productiva fomentaría el establecimiento de empresas transnacionales en sectores con mayores posibilidades de desarrollo tecnológico y creación de capacidades, facilitaría su integración en las economías locales y potenciaría el crecimiento económico con inclusión social y sostenibilidad ambiental.
Los ingresos de IED en AL han oscilado en torno al 3% del PIB. La formación de capital fijo junto con el crecimiento de la fuerza laboral y la ampliación del acervo de capacidades y conocimientos, juegan un papel fundamental en los procesos de desarrollo. Sin embargo, la IED ha tenido en AL tres componentes: un tercio incrementa la formación de capital fijo; otro tercio corresponde a fusiones y adquisiciones, y el remanente corresponde a fugas o pérdidas hacia otros destinos. Significa entonces que la IED destinada a la ampliación del capital fijo sería de solo el 1% del PIB.
AL invierte poco, alrededor de 20% del PIB cuando Asia está cerca del 30%. De ese total, el 28% corresponde a la inversión pública, 65% a la inversión local y 7% a la IED; ésta es un componente menor en la formación bruta de capital fijo.
Las economías desarrolladas tienen tasas de formación de capital fijo algo menores a las de AL, pero niveles de productividad varias veces mayor. La explicación se puede encontrar en el acervo de capital físico acumulado por trabajador y en la acumulación de capital intangible (más allá de la naturaleza no física, la definición es muy debatida, pero CEPAL se centra en capital humano y el capital de innovación). A niveles más altos de desarrollo, la relación entre capital intangible y capital físico aumenta en la medida en que se avanza hacia economías más basadas en el conocimiento.
CEPAL usa dos tipos de indicadores para medir el capital intangible: a) la inversión en educación y años de escolaridad, que es de 8 años en AL y de 11 en los países de la OCDE, y b) el capital de innovación que contribuye al crecimiento de la productividad en la economía; en AL es de 15% del PIB y en la OCDE de 34%. El factor más importante que explica el bajo acervo de capital de innovación en AL es la escasa inversión en Investigación y Desarrollo (I+D): en la OCDE explica el 39% del capital de innovación, mientras que en AL contribuye solo con 12% del capital de innovación. También la región está rezagada en las Patentes y gastos en propiedad intelectual. Otros factores explicativos se refieren a la educación terciaria y en infraestructura de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC).
Brasil y Chile son los países que tienen los mejores indicadores; Argentina está quinta después de esos dos países, y de Costa Rica y Colombia.
Donde más se notan las diferencias de productividad es en las Pymes: mientras que en la OCDE su productividad es de entre 60 y 75% del de las grandes empresas, en AL es de solo 20 a 35%. Una de las explicaciones de los malos resultados de las Pymes de la región es su falta de integración en cadenas nacionales o globales de valor. En este contexto, la IED puede marcar una diferencia.
Aunque la contribución directa de la IED a la formación de capital fijo es pequeña, las empresas transnacionales pueden jugar un papel importante en el desarrollo económico en la medida en que contribuyan a transformar una economía mediante la creación de capital intangible. Esto puede alcanzarse mediante la transferencia de tecnología y el desarrollo de habilidades, así como a través de su impulso a la integración de las empresas locales en cadenas de valor que aumenten su exposición a la economía mundial.
Para conocer este efecto, la CEPAL revisó la composición de los proyectos de IED desagregados según su intensidad tecnológica. En promedio, entre 2003 y 2015, el 43% del valor de esos proyectos en la región correspondió a actividades de tecnología media-alta, seguido por el 33% relacionado con tecnología media-baja y el 20% correspondiente a tecnología baja, con lo que resta solo un 5% para activos de alta intensidad tecnológica. Con el tiempo hubo cambios: se redujo la inversión en proyectos de media-baja tecnología y amentaron los de media-alta tecnología. Los sectores más dinámicos fueron los de telecomunicaciones y los de energía renovable. En los proyectos intensivos en alta tecnología prevalecen México y Brasil, y en los de media-alta tecnología según orden de importancia se encuentran Brasil, Chile, México y Argentina.
En relación a la inversión en I+D de las IED, se observa que en 2003/05 la región representaba el 3,4% del total mundial y aumentó a 4,4% en 2013/15.
En materia de inserción en las cadenas globales de valor, la participación de los países de la región, exceptuando México, es débil, y la integración productiva en la región es reducida. La proporción de valor agregado extranjero contenido en las exportaciones brutas de un país es una medida de su participación hacia atrás, mientras que la proporción del valor agregado nacional incorporado en las exportaciones de terceros países representa una medida de participación hacia delante. En AL la inserción es de 41% mientras que en Asia es del 52%.
Desde la perspectiva de la conectividad internacional en bienes, servicios, personas, finanzas y datos, también se verifica que la región está poco conectada con el resto del mundo, lo que supone ciertos riesgos en una economía global cada vez más integrada donde las redes internacionales favorecen la difusión del conocimiento y el aumento de la productividad. Los países de AL están muy rezagados en comparación con los más integrados como EE.UU., Países Bajos y Singapur. En AL los mejores clasificados son México (puesto 21), Brasil (44) y Chile (45).
Atraer inversión de empresas transnacionales integradas en cadenas globales de valor puede impulsar a los proveedores locales a mejorar sus capacidades e integrarse como agentes autónomos de esas cadenas.
El debate sobre la relación entre la IED y la integración en el comercio internacional es importante en la región. Las conclusiones de CEPAL dan cuenta de que existe una fuerte relación bidireccional: la integración aumenta los flujos de IED y estos a su vez incrementan las posibilidades comerciales. Para que las economías puedan beneficiarse de la integración de la cadena de valor es crucial el desarrollo de las capacidades locales. Esas capacidades implican poder ofrecer un cierto nivel de cantidad y calidad que se deriva de la especialización sectorial de la economía. La carencia de esas capacidades reduce sustancialmente la posibilidad de beneficiarse de la integración. Si las empresas locales no pueden responder a las demandas de las transnacionales, no lograrán una adecuada integración en sus cadenas y los beneficios serán menores.
Continúa el debate sobre cómo medir y evaluar los beneficios de la IED en el país receptor. Una primera aproximación se centra en los aspectos asociados al financiamiento externo, desde una perspectiva de la balanza de pagos, y de las variables macroeconómicas como la formación de capital fijo, las exportaciones y el empleo. Esta visión adopta una mirada agregada y tiende a evaluar la IED en términos del monto de sus ingresos netos (“cuanto más mejor”).
Una visión alternativa o complementaria procura evaluar la IED en sus aspectos microeconómicos, que aparecen como consecuencia de la operación de las empresas extranjeras. En este caso, el concepto de IED es reemplazado por el de las actividades de empresas transnacionales y la preocupación principal es su contribución a la economía local en aspectos como el surgimiento de nuevas actividades que extienden y profundizan la industrialización, el acceso, transferencia y asimilación de tecnologías, el establecimiento y profundización de encadenamientos productivos, el entrenamiento y capacitación de recursos humanos, y el desarrollo empresarial local. Todos estos aspectos suponen un aporte directo a la formación de capital intangible de una economía.
Si bien hay consenso sobre los potenciales beneficios de la IED, la diferencia entre ambas concepciones está en la forma en que estos se alcanzan. En la primera aproximación, los beneficios se derivarían de los derrames de las empresas extranjeras en la economía local, que se darían en forma automática una vez alcanzado cierto nivel de inversión. La visión más moderna, compartida por la CEPAL, es que, si bien los efectos positivos de la IED son probables, distan de ser automáticos. Por lo tanto, se debe demostrar (y no suponer) que son positivos. Una implicancia directa es que la política sobre IED debería enfocarse menos en alcanzar una masa crítica de inversiones y más en lograr que sean adecuadas a los objetivos del desarrollo productivo de un país. Por tanto, el foco de atención es la calidad de la IED.
La primera son las políticas pasivas que, a pesar de tener interés en las IED, no tienen políticas específicas para su atracción. Consideran que las ventajas comparativas o las condiciones macroeconómicas son suficientes y no ven la necesidad de intervenir en el proceso. Esta estrategia no está necesariamente integrada con la política de desarrollo productivo y su éxito se mide por el monto de los flujos de inversión. Sin embargo, la tendencia global es avanzar hacia marcos cada vez más sofisticados, en los que no solo es importante el monto, sino también el tipo de inversión, es decir, inversiones de calidad que aporten y sean consistentes con los objetivos de desarrollo.
La segunda opción son las políticas activas, que reconocen la importancia de la IED en el desarrollo. Implican la creación de un organismo encargado de la promoción del país y la interacción con los potenciales inversionistas, junto con la posibilidad de establecer incentivos. Además, se reconoce que no todas las inversiones son iguales, y los gobiernos buscan aquellas que contribuyen al desarrollo nacional. En esta etapa, los gobiernos se centran en proyectos de inversión que persiguen la eficiencia en la producción de bienes y servicios orientados a la exportación, por lo que la competencia entre los países es más intensa.
Cuando las políticas de atracción de IED se coordinan e integran con el resto de las políticas de desarrollo, se potencian las condiciones que hacen que un país sea atractivo para los inversionistas y se aprovechen al máximo los beneficios de la IED. Estas políticas integradas contribuyen a lograr los objetivos de las estrategias definidas por el país. Los países más exitosos para atraer IED y apropiarse de sus beneficios son los que han adoptado políticas más activas y focalizadas. Mientras exista coincidencia entre los objetivos de los países y los intereses de las empresas transnacionales, puede generarse un círculo virtuoso que beneficiará a ambas partes.
La mejora del clima de negocios es un espacio importante de las políticas públicas y de su implementación por los organismos de promoción de inversiones, que juegan un papel relevante para reducir asimetrías de información y hacer coincidir los inversionistas potenciales con las oportunidades de negocios en el país receptor. Para cumplir con esta función, el éxito del organismo de promoción depende en gran medida de las legislaciones nacionales y los recursos humanos y financieros con los que cuenten. Deben consolidarse como una ventanilla única, coordinar los esfuerzos de promoción de exportaciones y de atracción de inversiones, y contar con respaldo político continuado (política de Estado).
La racionalidad de la selectividad es relativamente simple. Dado que las inversiones no son todas iguales, atraer las de mayor calidad, que aporten a la formación de capital intangible y que se ajusten a los objetivos de desarrollo del país, en principio, reportaría más beneficios y es, además, una forma eficiente de utilizar los recursos de promoción. La focalización, que implica priorizar inversiones y que puede seguir distintas estrategias, surge de la confluencia de tres factores: los objetivos de la política, las ventajas del país y los requerimientos de los inversionistas. Cuando se cumplen los tres requisitos se ejecutarán políticas activas para atraerlos.
La posibilidad de apropiarse de estos beneficios depende de la formación de la fuerza laboral, de la competitividad de la industria local y su capacidad para proveer a las empresas extranjeras, y de la existencia de un conglomerado asociado. Los países receptores tienen el desafío de captar estos beneficios, ya que, de no mediar las condiciones necesarias, existe la posibilidad de que la empresa extranjera sea un enclave dentro del país y que solo una fracción de sus beneficios se transfiera a la economía local.
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