El presidente del CONICET, Alejandro Ceccatto, habló con TSS sobre su arribo al organismo y la necesidad de ampliar el presupuesto para este año. Los cambios que propone, los reclamos de los investigadores y por qué decidió continuar en la gestión pública.
Agencia TSS – A fines del año pasado, Alejandro Ceccatto cambió de trabajo, pero casi no se movió de donde estaba, sino apenas unos cuantos metros, en el Polo Científico Tecnológico del barrio de Palermo. El 11 de diciembre, el exsecretario de Articulación Científico Tecnológica del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCYT) de la nación asumió como presidente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
Doctor en Física por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Ceccatto es investigador Principal del CONICET y profesor titular en la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Tiene una amplia carrera académica —que incluye experiencias en Alemania y en Estados Unidos— y de gestión en el ámbito universitario y del sector público.
Con un presupuesto asignado de casi 6900 millones de pesos, Ceccatto asegura que el CONICET necesita una ampliación presupuestaria, entre otras razones, debido a que se está pagando la jerarquización en los salarios que no estaba prevista en el presupuesto para este año. Esta situación también generó demoras en los ingresos al CONICET y la protesta de los investigadores afectados.
Ceccatto habló con TSS sobre por qué decidió permanecer en la gestión tras el cambio de gobierno, confirmó el pedido de renovación de todos los contratos del CONICET hasta fin de año y recordó cómo fue su arribo al principal organismo dedicado a la promoción de la ciencia y la tecnología en la Argentina (y una de las estructuras más grandes del Estado), que, a diciembre de 2015, contaba con 232 institutos, 9236 investigadores, 10.092 becarios y un plantel de 4137 empleados entre personal de apoyo y administrativos.
¿Cómo se gestó su llegada al CONICET?
Hubo muchas idas y venidas con respecto a la figura del ministro Lino Barañao, hasta que finalmente fue confirmado en esta gestión. Yo había tenido una conversación con él, dos o tres semanas antes de que fuera confirmado, en la que me había comunicado que, en caso de que él continuase, iba a proponer mi nombre para la presidencia del CONICET. Así que yo lo sabía desde antes de su confirmación en el cargo, pero por entonces eran simples especulaciones.
¿Qué pensaba hacer si no continuaba en la gestión pública?
Tengo más cargos en licencia de los que podría volver a retomar [se ríe]. Desde mi cargo como profesor titular universitario, hasta el de investigador del CONICET, la dirección ejecutiva de la Red Nacional de Investigación y Educación de Argentina (InnovaRed), la dirección del Centro Internacional Franco-Argentino de Ciencias de la Información y de Sistemas (CIFASIS)… Más de los que en esta etapa de mi vida podría afrontar, por lo que la preocupación no era la falta de trabajo. Simplemente, estaba el interés por seguir participando de una gestión en ciencia y tecnología que ha tenido una aprobación generalizada.
¿Qué le dijeron sus colegas? ¿Qué sensaciones percibió con respecto a su continuidad? Hubo funcionarios, entre ellos su antecesor (Roberto Salvarezza), que consideraron que debían renunciar porque formaban parte de un proyecto muy diferente al actual.
En general, las personas que considero cercanas, a nivel de amistad, han tenido una actitud positiva y se han sentido satisfechas con la continuidad. Pero son posturas atendibles. Hay gente con mayor compromiso ideológico y político, y mira la continuidad en cargos desde esa óptica. Bueno, no es mi caso. Por décadas hemos reclamado como miembros de la comunidad de ciencia y técnica que se tome a las políticas en el área como políticas de Estado y, a mi juicio, el primer paso hacia una política de Estado es la permanencia y la continuidad de la gente que viene gestionando el área, que haya cuestiones troncales que se respeten y tengan continuidad en el tiempo. Ninguna política permanece inalterable en los cambios de gobierno: hay detalles de implementación que van a ser distintos y eso es natural. Claro que hay límites en los cambios, como que no vuelva un ministro de Economía que mande a lavar los platos a los científicos. Pero, si todos restáramos el apoyo, generaríamos una profecía autocumplida.

sostiene Ceccatto.
¿Qué balance hace de su gestión en el MINCYT?
Bueno, un balance correspondería que lo haga otro, pero me siento satisfecho. Construí desde cero la Secretaría de Articulación del MINCYT, tuve la oportunidad de interactuar con toda la comunidad de ciencia y tecnología de la Argentina a través del Consejo Interinstitucional de Ciencia y Tecnología (CICYT): los 13 organismos nacionales del área, las 52 universidades nacionales y las 63 universidades de gestión privada. Hemos hecho cosas que tienen continuidad y que son valoradas por el sistema científico-tecnológico, como el currículum unificado, que hoy tiene 65.000 registros y es la base más extraordinaria con la que se puede partir para hacer una planificación de la gestión de recursos humanos de ciencia y tecnología. También fue muy importante la creación de los Proyectos de Desarrollo Tecnológico y Social (PDTS), que es una forma de empezar a saldar la deuda sobre cómo evaluamos la tecnología, cómo hace un tecnólogo para sobrevivir en un espacio dominado por las prácticas de la investigación básica.
Usted ha dicho que quiere hacer cambios profundos en el CONICET, que tiene fama de ser un organismo en el que no resulta fácil cambiar cosas. ¿Cómo lo hará?
El CONICET es una institución con una cultura muy arraigada, con lineamientos que fueron trazados en su origen y que, en buena medida, continúan hoy en día. Creo que sí, que es difícil generar cambios profundos, pero estamos en eso, y creo que hay espacios para hacer modificaciones.
En una entrevista habló de un CONICET inviable…
La palabra inviable tiene un dramatismo innecesario, pero surgió después de una hora o más de charla, en la que yo explicaba cuáles eran los cambios estructurales que se necesitan en esta nueva etapa. Si el tamaño de la institución se triplicó en estos 12 años, es una concepción equivocada creer que triplicando el número de administrativos se la puede gestionar eficientemente. Porque se generan cuellos de botella. El directorio sigue siendo uno solo, no tres. Y no se junta tres veces más seguido. Si no se cambia la forma de gestionar, se le resta a la autoridad máxima de la institución tiempo para el planeamiento estratégico.Tampoco se pueden sostener tasas de crecimiento del 10 % anual porque, en siete años, el CONICET debería tener 50.000 personas. Eso es fácticamente imposible porque ni siquiera hay estudiantes o becarios para alimentar eso.
¿Cómo está el CONICET en relación con el presupuesto? El aumento con respecto al año anterior fue del 30 %. ¿Cubre los gastos en un escenario de devaluación e inflación?
Estamos viendo cómo afectan las cuestiones de insumos importados, que es un tema que siempre complica la cuestión presupuestaria cuando hay una devaluación. Pero, en líneas generales, no existe un recorte, sino lo contrario, ya que estamos propiciando un incremento presupuestario. También está la jerarquización que se otorgó en diciembre del año pasado y que se viene pagando desde entonces, que fue a partir de un decreto de diciembre y entonces no tiene un reflejo presupuestario. Por eso estamos necesitando ampliaciones presupuestarias para cubrirlo, porque estamos gastando a cuenta.

de unos meses”, dice el titular del CONICET.
El CONICET publicó un comunicado sobre la renovación de contratos hasta fin de año y sobre que se respetarán los ingresos previstos. ¿Ya está aprobada? ¿Por qué hay demoras en los ingresos?
El CONICET ha cumplido con el decreto que pedía la renovación de los contratos por tres meses, somos parte de la administración pública y no podemos objetar esa decisión. Tuvimos que informar sobre los contratos, pero pedimos la renovación de todos hasta el 31 de diciembre. Todavía no hay una confirmación, pero por supuesto que hubo conversaciones, nosotros no hacemos esto de manera aventurera. No esperamos complicaciones en ese sentido. Se han retrasado algunos ingresos que estaban acordados, por esta cuestión de que veníamos comiéndonos la partida sueldos con la jerarquización y necesitamos reacomodar el presupuesto de sueldos para validar los nuevos ingresos, pero es una cuestión de demora de unos meses. No tenemos ninguna situación de alarma. A esas personas que deberían haber ingresado se les va a pagar de manera retroactiva. Entiendo que es una molestia para ellos, pero no es una situación masiva. Y los becarios van a empezar en abril, como estaba previsto.
A fines de febrero, hubo una movilización frente al MINCYT durante el paro convocado por la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) en la que se reclamó por estas demoras y por mejoras en las condiciones de trabajo de los becarios. ¿Qué análisis hace del reclamo?
Las demoras que hemos tenido han sido por cuestiones presupuestarias y también hay asuntos que tienen que ver con la cocina de la gestión administrativa: cuando se trabaja a lo largo de los años desde la administración del CONICET con el Ministerio de Economía, a veces basta con levantar un teléfono para solucionar algo. Cuando cambian los funcionarios, hay que mandar una carta, esperar una respuesta y todo se hace más lento por una falta de conocimiento personal. Con los becarios se ha venido trabajando durante estos años y se han incorporado muchos de sus reclamos. He hablado con ellos y les he garantizado la continuidad de la Comisión de Enlace de los becarios, que se había discontinuado por un tiempo, para seguir discutiendo los temas que ellos planteen. Hay gente que elige actitudes más confrontativas, somos muchos, y siempre habrá una parte que no esté de acuerdo con las políticas que se están implementando, no me parece anormal en esta etapa que atraviesa el país.
¿Cuáles son los cambios que le gustaría implementar en el CONICET?
Una reingeniería de gestión para liberar tiempo del directorio para el planeamiento estratégico. Para eso tienen que tomar más responsabilidades los gerentes. Y avanzar con el proceso de descentralización, que se había frenado un poco. También, generar una política más equilibrada en cuanto a la investigación básica y aplicada para poner más énfasis en la transferencia de tecnología. No estoy hablando de que todo tiene que tener una cuota idéntica. La institución tiene una marcada tendencia hacia la investigación básica, y la va a conservar porque está en su misma estructura genética. Pero que haya más equilibrio. Hoy tenemos 9200 investigadores, de los cuales solamente 300 reportan a la Comisión de Tecnología, lo cual quiere decir que hay solamente 300 que se asumen como tecnólogos a tiempo completo. Los demás investigadores suelen hacer desarrollos tecnológicos y transferencia de manera ocasional, se consideran a sí mismos como investigadores básicos. Y la Comisión de Tecnología lleva más de 10 años, no es una novedad.
¿Cómo se hace para aumentar esa proporción?
El principal problema es la forma en que se distribuyen las becas, necesitamos que los doctores se formen en temas que tiene que ver con áreas estratégicas. Siempre va a haber becas para gente que tiene la mirada puesta en contribuir al conocimiento universal, eso no va a dejar de existir, pero no puede ir todo en esa dirección. El otro problema es la concepción misma del doctorado dentro de la universidad argentina, que tiene un carácter académico, casi honorífico. Cuando el CONICET financia 10.000 becas doctorales, está poniendo esa masa de recursos en una estructura academicista. Si hoy se le pide a un estudiante de doctorado una cantidad de publicaciones como garantía de originalidad de lo hecho, y alguien se forma con esa exigencia durante cinco años, es natural que, cuando ingresa al CONICET, siga haciendo eso. Entrenamos durante cinco años a jóvenes talentosos para que publiquen al mejor nivel posible. Al sexto año, les preguntamos si quieren hacer tecnología y nos dicen: “No, yo quiero hacer lo que venía haciendo”. Entonces ponemos otras 10.000 becas a ver qué pasa, y se va a repetir lo mismo. Tenemos que lograr que la tesis doctoral de un ingeniero pueda terminar en un producto o proceso innovador. Hay que trabajarlo con las universidades y con la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU) para que las tesis no respondan solo al modelo tradicional academicista.

No suele ser fácil que una empresa se interese por lo que hace el CONICET y el programa de incorporación de doctores en las empresas no funcionó. ¿Qué pasa si no existe una demanda por parte de las empresas? Hay un cambio de política económica en el que sectores de la industria se ven perjudicados y difícilmente la vinculación con el sector científico vaya a ser una prioridad para una pyme con problemas. ¿Qué margen le queda al CONICET frente a esto?
Es un desafío que, en general, tienen todos los países. Inclusive países donde uno cree que las cosas están resueltas. Nosotros estamos lejos de tener una situación satisfactoria. Una de las cosas que ya venía planificándose y que se va a hacer es elevar a gerencia la Dirección de Vinculación Tecnológica, como sexta gerencia del CONICET. En cuanto a las empresas, el sistema productivo y la sociedad son multiformes, no habrá una respuesta a una política económica de manera uniforme. Creo que siempre habrá necesidad de incorporar conocimiento en las empresas, más allá de la política económica que se lleve adelante, porque las hace competitivas. Nadie va a renunciar a eso si puede contar con un recurso humano financiado por una beca del CONICET.
Usted ha dicho que quiere que el CONICET forme parte de proyectos emblemáticos de desarrollo científico-tecnológico. ¿En qué está pensando?
Estoy en la búsqueda de dos o tres proyectos con los que me gustaría comenzar. De esos que la sociedad reconoce como muy valiosos por distintas razones, no necesariamente económicas. En ninguno de los grandes proyectos tecnológicos de este país, como el plan nuclear, el reactor CAREM, la construcción de satélites, el lanzador Tronador o los radares meteorológicos, figura el CONICET como institución. La sociedad tiene que ver un CONICET que lidere proyectos estratégicos en el país.
¿El caso del CONICET con YPF, a través de Y-TEC, es un ejemplo virtuoso?
Por supuesto, porque Y-TEC es una asociación del CONICET con una empresa tan importante como YPF, a partir de la cual se genera una plataforma de desarrollo de tecnología para la industria del petróleo. Es algo que vamos a tratar de replicar en otras áreas. Yo quisiera recordar que, en los últimos 12 años, durante los cuales hubo un apoyo muy grande a la ciencia y la tecnología, desde la comunidad científico-tecnológica decíamos que la justificación al apoyo a la ciencia y la tecnología es que es el único camino hacia un país moderno e inclusivo. Lo que yo estoy propiciando en el CONICET es una profundización de ese discurso, tenemos que cumplir ese objetivo. Creo que hemos recibido mucho y, en algún momento, la comunidad científica debe entender que hay que devolver a la sociedad el esfuerzo que se hizo en estos 12 años en la Argentina.
¿Que la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) dependa del MINCYT puede favorecer la interacción con el CONICET?
Sin lugar a dudas. Yo tuve una reunión hace poco con Conrado Varotto (director de la CONAE), con quien hemos conversado mucho sobre estos temas, para trabajar en algún tipo de asociación virtuosa entre la CONAE y el CONICET, en la que ambas instituciones participen en alguno de estos proyectos emblemáticos del país.
A mediados de los 80 fue investigador en el Departamento de Física Aplicada de la Universidad de Stanford y trabajó en Xerox, en Palo Alto, en momentos en que la industria de la computación empezaba a generar una gran efervescencia en el Silicon Valley. ¿Qué aprendió de esa experiencia?
Estuve en Palo Alto algo más de dos años y fue una experiencia personal muy buena. Tiempo atrás escuché a alguien decir que el Silicon Valley es el único lugar en el mundo donde los fracasos forman parte del capital de una persona. No va en detrimento, sino que la enaltece por haber apostado a algo nuevo. Es muy difícil que el fracaso se vea así en otros lugares, donde es tomado como algo negativo. Lo que creo que es que deberíamos apostar más a los emprendedores en la Argentina. Mi sensación es que es más difícil insertar tecnología en una empresa consolidada en sus prácticas y cultura que crear nuevas empresas de base tecnológica. Obviamente, debemos ir por los dos caminos, pero creo que hay que apostar fuerte a la formación de empresas de base tecnológica. Por eso también hablaba de inocular un germen de innovación, de emprendedorismo, durante la formación de los doctores. Creo que sería muy beneficioso para la Argentina.
10 mar 2016
Temas: CONICET, Doctores, Doctores en ingeniería, MINCyT, Política científica y tecnológica, Vinculación